Por Alma Alcántara González |
Tuve la oportunidad de participar en la elaboración del diagnóstico de los planes sectoriales de dos zonas del Estado de México (Nororiente y Sureste), en otras palabras, estuve varias semanas recuperando y graficando información específica de esas zonas, diferentes institutos compartieron las bases de datos que tenían, debido a que se buscaba tener un panorama detallado de la situación en la que estaba cada municipio.
Al final de la jornada se tenía un documento de 100 páginas, mi computadora tenía más de 2 GB de documentos con datos desagregados a nivel local. Aunque yo me quedé esperando a que llegara una base de datos titulada “Lectores en el estado desagregado por género”, tampoco escuché a algún compañero indicar que se carecía de información sobre el libro y los lectores.
Pese a que cada año se anuncia como gran tragedia la disminución de los libros leídos, no hubo quién notara que la ausencia de la lectura en el diagnóstico de los planes sectoriales. Por motivos que sobra explicar, la lectura no fue tópico protagónico en el Plan de Desarrollo. Para que haya una cifra que ilustre mejor esta situación, en 297 páginas, aparece 5 veces la palabra “lectura”, mismas que corresponden al cuarto eje “Bienestar social. Combate a la pobreza y atención a grupos en situación de vulnerabilidad”.
La primera entrada menciona que enfrentar los problemas que aquejan al sistema educativo en temas de infraestructura y conectividad digital derivaría en aumentar los hábitos de lectura (2024, p. 182).
La segunda y tercera forman parte de la línea de acción “Fomentar la lectura garantizando que todos los municipios de la entidad cuenten con al menos un club de lectura”, la cual plantea aportar a la estrategia “Impulsar la investigación científica, así como la innovación educativa, tecnológica y humanista para contribuir al desarrollo económico, social y comunitario” (2024, p. 188).
Cuando se enuncia la promoción y protección del patrimonio material e inmaterial se tiene la cuarta mención, en específico, en la línea de acción siguiente:
Fomentar la lectura a través de la implementación de un programa editorial masivo, que ponga a su servicio ediciones económicas relativas a obras clásicas, libres del derecho de autor, y aquellas del Gobierno del Estado de México, que fomenten el conocimiento, identidad estatal, promoción de valores y uso correcto del idioma (2023, p. 204).
La última mención es en el proyecto prioritario El poder de alfabetizar “facilitando su acceso [de jóvenes y adultos con déficit educativo] a planes y programas flexibles que les brinden conocimientos de lectura, escritura y matemáticas” (2024, p. 214).
Las cinco menciones que tiene esta palabra en el Plan de Desarrollo ―documento rector de la presente administración y, por ende, de la distribución del presupuesto― ubican el fomento de la lectura en la medida en que esta impulse la educación y la empleabilidad de los mexiquenses. Como mediadora de lectura y egresada de letras me parece que la manera en la que se concibe la lectura se mantiene en un “lugar común”.
A quienes son lectores y mediadores de lectura sobra explicarles cuáles son las posibilidades de fomentar este hábito, para empezar puede enunciarse su capacidad de incentivar la creatividad, habilidad indispensable para identificar soluciones diferentes a los conflictos.
No se extiende ese entendimiento al grueso de la población, más bien, la lectura en México se comprende (casi exclusívamente) en el marco de la información del MOLEC, esto es, el número de libros leídos al año, cifra que este año se anunció con trompetas fúnebres “Ya no leemos ni los horóscopos: Tiempo de lectura toca mínimo en seis años” colocó el Financiero como titular de la noticia.
Quizá ese dato —el más difundido sobre los hábitos lectores— es, un poco, una posible respuesta al problema que acorrala a la lectura; en México para 2023 se leen 3.2 libros promedio; en otras palabras, en el Estado de México no sabemos cuántos libros son leídos, menos podemos aspirar a contar con una base de datos que brinde un panorama sobre la lectura en la entidad.
Aunque parezca necia la cuestión de solicitar datos de cómo impacta la lectura a los mexiquenses, sí que se requieren bases de datos (u hojas en Excel) que indiquen a nivel municipal la situación en la que se encuentra la lectura, no solo el número de bibliotecas, librerías y ferias del libro.
Por experiencia propia, realizar un diagnóstico requiere información cuantitativa y cualitativa, no basta con conocer cuántos libros fueron leídos, sino cuántos se dejaron sin terminar, qué razones motivaron a comenzar cierta obra y cuáles impidieron que se terminara.
La organización, planeación y coordinación de acciones que nos lleven a contar con información detallada y sistemáticamente de los 125 municipios de la entidad es una manera de dejarle herramientas a las siguientes generaciones que se preocupen por la lectura y, además, brindarles a las personas en el servicio público información para que puedan acceder a conocer el panorama del Estado de México.
Para visibilizar que la manera en la que hoy se concibe la lectura es una idea fragmentada e incompleta que arrastramos desde José Vasconcelos con sus cruzadas contra la alfabetización; para sensibilizar que el fomento a la lectura es una inversión hacia una sociedad de paz; para salir del “lugar común” que tanto daño nos hace, se necesita información cuantitativa y cualitativa.
En México se puede saber cuadra por cuadra el número de personas que hay por grupo de edad; pero queda pendiente conocer qué están leyendo esas personas.
Fuente de consulta
Gobierno del Estado de México (2024). Plan de Desarrollo del Estado de México 2023-2029. Consultado en <https://copladem.edomex.gob.mx/sites/copladem.edomex.gob.mx/files/files/pdf/Planes%20y%20programas/23-29/DEF_GACETA_PDEM_2023-2029_V150324_2200hrs.pdf>